miércoles, agosto 31, 2005

CUENTOS PARA AILÉN. Una visita al jardín de los sapitos


Esta es la historia del sapo Pancracio, un sapito verde pero tan brillante que, en los días de sol, había que ponerse anteojos para poder verlo sin cegarse.
Vivía en un agujerito en la tierra, en el jardín de la casa de Lola. La mamá y el papá de Lola nunca lo habían visto; sino hubieran dicho: --¡Pero qué sapo horrible! ¡Qué asco! ¡¡¡Puaj, puaj!!!. Y esas cosas que dicen los papás que no se detienen a mirar a los sapos.
En cambio, Lola ya lo conocía. Se tiraba en el pasto panza abajo y metía un palito en el agujero esperando que Pancracio sacara su cabecita verde. A veces, la mamá de Lola se enojaba: --Otra vez tirada en el pasto, ¡vamos Lola que tenés que ir al jardín!
--¡¡¡El jardín!!! –suspiraba el sapo Pancracio. Lo que pasaba es que se moría de ganas de conocer el jardín de Lola.
--¿Y para qué querés ir vos ahí? –le preguntó su amigo, el sapo Anacleto.
--Es que Lola vuelve tan contenta del jardín... A veces cuenta que juega a disfrazarse, otras veces hace dibujos y también escuché que las seños les cuentan cuentos y cantan canciones.
--Todo muy lindo –dijo serio Anacleto –pero los sapos no pueden ir al jardín de Lola.
--¿Y por qué?
--Porque nunca se ha visto un sapo que vaya al jardín de infantes.
--Entonces seré el primero –dijo Pancracio y muy decidido se fue a su agujerito.
Al día siguiente, antes de que se despertara Lola, Pancracio saltó hasta su ventana que estaba abierta y poquito a poquito, despacio, despacito, se metió en la mochila.
Cuando Lola se despertó, su mamá, como todos los días, le dio la leche, la peinó y la llevó al jardín pero, cuando la seño dijo que buscaran el vaso para la merienda, Lola abrió su mochila y el sapo Pancracio pegó un salto.
--¡Un sapo! –gritó la seño. Y los nenes de la sala empezaron a croar y saltar como sapitos por todos lados. Pancracio se asustó tanto que, con el corazón casi saltando de su cuerpito verde, se fue del jardín y se escondió en su agujerito.
Triste, muy triste, Pancracio le contó a Anacleto su visita al jardín de Lola. En eso estaba cuando llegó su mamá, la sapa Pancha y le preguntó:
--Pero sapito, ¿por qué querés ir al jardín de Lola?
--Mami, yo escuché que en el jardín los chicos se disfrazan y dibujan, y que las seños cuentan cuentos y cantan.
--Sapito mío, nosotros también tenemos nuestro jardín y esta noche, cuando salga la luna, te lo mostraré. –dijo la sapa Pancha y se marchó.
Pancracio esperó impaciente en su agujerito a que saliera la luna llena. Solo entonces su mamá saltando bajito lo vino a buscar.
--Vamos a conocer el jardín de los sapitos donde hay mucho pastito, plantas y flores. Pero primero vamos a disfrazarnos.
Mamá Pancha se puso una rosa en la cabeza y un pimpollito de jazmín en la de su hijito. Saltaron y rieron como se ríen los sapos: CRIC CROC, CRIC CROC.
--Sí, pero en el jardín de Lola también dibujan. –dijo Pancracio.
Entonces la mamá tomó una ramita, la puso en la pata del sapito y empezó a dibujar en la tierra húmeda de rocío un caminito zigzageante. Pancracio estaba tan contento que casi se olvida del jardín de Lola aunque...
--Sí, pero en el jardín de Lola las seños cuentan cuentos.
--Y en el jardín de los sapitos el viento es el que lo hace. Solo hay que hacer un poco de silencio y lo escucharemos.
Pancracio prestó mucha atención y entonces escuchó la historia que contaba el viento sobre los árboles de las islas y un río lejano. Era la historia más maravillosa que jamás hubiera escuchado, pero todavía faltaba algo:
--En el jardín de Lola las seños cantan para los chicos –dijo Pancracio. Entonces, mamá Pancha lo abrazó y le cantó al oído una canción dulce que decía algo como CRICRICRO CRICRICRO.
Cuentan los que lo conocen que desde ese día Pancracio se quedó en el jardín de los sapos y nunca más quiso ir al de Lola. Y casi, casi podría decir COLORÍN COLORADO ESTE CUENTO SE HA ACABADO si no fuera porque algunos también dicen que, de vez en cuando, Pancracio vuelve a sentir ganas de visitar el jardín de Lola y, entonces, se esconde en las mochilas de los nenes del jardín.CHICOS: si alguno lo ve, solo le pido que lo trate con cariño y le cante una canción chiquita de sapito para que se sienta feliz.

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