domingo, agosto 17, 1997

Cómo contar una historia de amor


Si quiero escribir un cuento empieza con una mudanza. Una chica, que casi con seguridad podría decir que soy yo, y que va guardando en cajas de cartón uno a uno todos sus libros, que se sorprende al encontrar objetos perdidos desde vaya uno a saber cuando, que se le escapa una lágrima mientras ve a su hermana ayudándola a doblar la ropa que viajará en valijas.
Luego el cuento cambia de escenario y veo a un chico, que casi con seguridad podría afirmar que sos vos, y lo veo bajando junto con amigos unos muebles de madera oscura por una escalera.
Entonces releo mi cuento y deduzco que para una presentación de personajes faltaría la descripción física. Claro, es que se parecen tanto a vos y yo que me parece redundante describirlos. Y más que física me pongo a escribir sobre la descripción emotiva de estos personajes. Entonces es cuando la hoja rebalsa de amor y es tan intenso que me cuesta deslizar la lapicera sobre el papel espeso. Me pierdo en un mar de besos, los siento tan llenos de energía, los creo semidioses, pareja indestructible sobre lo más alto de la montaña en la selva de abrazos, de miradas fulminantes. Y siento que casi no los puedo guiar en el cuento que quiero porque ellos son tan fuertes que abren su camino solos. Se guían por la intuición, pero poseen el amor que los protege de todo y que crece a medida que ellos se besan, se hacen el amor en la cima de la montaña y entonces levitan y así avanzan...
Y de esta forma hacen avanzar mi cuento. Dejo la introducción y me meto de lleno en el nudo del argumento.
Los veo (¡Al fin solos!) en "su" casa, en "la" casa que ellos tantas veces imaginaron. Y es casi tan perfecta como ellos. No falta ninguno de sus deseos en ella, tiene todo, pero sobre todo, en las paredes, en el techo, alrededor de las ventanas, en cada baldosa, en la grifería, en el tragaluz, en los picaportes y en cada uno de los ambientes tiene felicidad. ¡Rebalsa de felicidad y ellos están tan lindos!
Parecen recién nacidos. A ella la veo aprendiendo todo el tiempo cosas nuevas y a él a su lado disfrutando cada momento a pleno. Lloran todo el tiempo porque se emocionan con todo lo que les pasa. Y crecen juntos tanto pero tanto que los vecinos a veces ven dos gigantes haciendo el amor en el techo de la casa.
Los veo volver del centro a la noche con una sonrisa en la cara que da envidia. A ella la veo bajar del colectivo y correr casi flotando las cuadras hasta la casita. Va pensando que quizás él todavía no llegó y ella tenga tiempo de preparar la mesa con velas y cocinar algo rico.
A él lo veo en el auto escuchando música e imaginando que cuando llegue a la casa ella va a saltar a su cuello y se va a quedar prendida a él por un largo rato y que después van a rodar a la cama y se van a contar las noticias del día.
Pero como el cuento transcurre a lo largo de todas sus vidas, me gustaría decirle a él que también puede ser posible que la encuentre dormida; que él va a abrir la puerta y va a encontrar todo a oscuras, que entonces va a sacarse los zapatos y va a caminar sin hacer ruido hasta ella y se va a meter en la cama sin comer porque va a preferir estar con ella por sobre todas las cosas, entonces ella se va a despertar un poquito, se va a desperezar y luego le dará un beso y acomodará la cabeza en su pecho y seguirá durmiendo hasta que las caricias de él empiecen a despertarla y sus cuerpos se anuden cada vez más hasta despertar de lleno en esa lucha desesperada de besos y caricias hasta llegar al orgasmo y volver a acurrucar su cabeza en el hombro de él y dormirse otra vez.
Y también quisiera decirle a él que quizás un día, cuando llegue a la casita, ella va a estar radiante y va a encontrar flores por todos lados y que entonces preguntará qué pasa, qué festejamos. Y ella se hará la misteriosa pero solo por un rato porque no puede, porque se muere de ganas de decirle que van a tener un hijo. Y entonces él se quedará congelado un segundo, luego la abrazará y la besará y reirán y llorarán tanto.
Hay otra parte en esta historia que me la salteo porque ya se está haciendo muy largo para ser cuento. Pero resumo las ideas principales: A la chica comienza a crecerle la panza y el chico apoya su oído todo el tiempo sobre ella para escuchar cada movimiento y las manos de él se niegan a dejar la panza de ella. Dos abuelas pintoras comienzan a llenar la casa de baberos pintados a mano, sombreritos de colores, una cuna de madera pintada con ositos. Los abuelos aportan juguetes a montones y entonces...
Creo que a este cuento le falta un poco de acción, así que la agrego: ella le avisa a él que comenzaron las contracciones, él urgente al auto ¡a la clínica! y entonces el auto que no arranca. Acá llegamos a uno de los momentos del climax del cuento, pero todo se soluciona bien y tienen un bebé hermoso.
Pero ya tengo miedo de que este cuento no sea cuento, ya no puedo manejar a los personajes a mi antojo.
Se entremezclan situaciones que no sé a qué parte del cuento pertenecen. Y veo que la casita crece; veo que el chico se está quedando pelado y que a la chica le salió la primera arruga. Pero igual los veo besarse y hacer el amor en todos los rincones y se aman tanto que ya, por más que quiera, no encuentro un final para este cuento que comienza a transformarse en algo demasiado largo para ser un cuento, pero también demasiado redondo para ser una novela. Y como comienzo a darme cuenta de que tampoco es verso porque cada vez se hace más real y me voy metiendo dentro de la hoja y la chica, la heroína del cuento, sale de él y es tan parecida a mí que soy yo y el chico sos vos, sin lugar a dudas.
Esos ojos los reconocería entre millones. Esos besos son tan tuyos que mis labios no dudan ni un segundo al sentir el sabor de tu saliva. Y esos brazos que alguna vez te robé para viajar en colectivo con ellos son los tuyos y estoy tan segura que me abrazo a ellos bien fuerte, fortísimo, y te arranco del papel para traerte a mi lado para que juntos empecemos a contar nuestra historia de amor.
y colorín colorado, este cuento ha comenzado.

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