viernes, diciembre 06, 2013

Lauti ha dicho

Lauti dice marcando las comillas con los dedos: ¿ Este año "Papá noel" va a entrar a casa o solo va a tocar el timbre y dejar los regalos en la vereda?
Yo: ¿Por qué hacés ese gesto con los dedos?
Lauti: Ay, mami!!! Eso significa que es de mentira!!!

jueves, mayo 30, 2013

Lauti ha dicho

Charla durante la cena hablando sobre el nazismo:
Ailén: ¿pero qué tenía Hitler en la cabeza?
Lautaro: Caca!!!

sábado, septiembre 29, 2012

Ailén ha dicho

Después de aguantar a un novio celoso: "Me voy a alejar del noviazgo x un tiempo. los varones estan con hinchapelotismo" Ailén

Lauti ha dicho


Lautaro pregunta: ¿a qué hora es de día
q hace mucho q es de noche?
tiene los ojos rojos, no da más de sueño, pero no quiere dormir.

miércoles, agosto 03, 2011

Lauti ha dicho

LAuti: --ya sé mamá que adentro tenemos corazón y sangre, pero qué más ¿carne o pollo?

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domingo, junio 12, 2011

LAUTI HA DICHO

Lauti: --Mamá, ¿cómo se hace para no soñar?
Sonia:-- Siempre se sueña. pensá en cosas lindas que te gustaría soñar
Lauti:-- Andar en lancha, andar a caballo, ser un marinero, ser grande, ser guapo, ser un papá

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lunes, abril 04, 2011

LAUTI HA DICHO

Le leo a Lauti "El zapatero y los duendes". El cuento dice que el zapatero es "anciano"-
--¿Sabés lo que significa? -- le pregunto a Lauti.
--Sí, que no puede más --me contesta

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lunes, diciembre 06, 2010

Fragmentos del diario de Ana Clara


Cuento finalista del Concurso Ana Frank 2010

7 de junio de 1995

Querido diario:

Hay una zona de mi vida que está como nublada, que se esfuma en tonos grises y no logro asir. Mamá dice que fue el golpe. Que me caí de una hamaca cuando tenía dos años y que eso debe haber provocado una lesión que ha borrado mis recuerdos.

Es raro porque no recuerdo la hamaca de la Plaza de Belgrano que me muestra mamá cuando me lleva a misa. Pero sí me vienen, a veces, recuerdos de una hamaca despintada y me veo feliz en otra plaza. Sé que no es la de Belgrano porque no veo la Iglesia redonda, ni parejas elegantes en los cafés. La plaza que veo es más bien fea. Sin muchos árboles; y, a veces, cuando me concentro, veo una canchita de fútbol embarrada y una mujer de pelo largo y sonrisa amplia leyendo un libro. De vez en cuando levanta la vista del libro y me busca. Y solo cuando sus ojos me encuentran parece relajarse; entonces sonríe, con esa sonrisa franca y generosa que después veo en todas partes.

Mis amigas dicen que estoy un poco loquita

--Pero, Clara, ¿es siempre el mismo sueño?—preguntan.

Y por más que trato de explicarles que no es un sueño, que me pasa de día, cuando me baño o camino a la escuela, hasta en el cine, se quedan con la idea del sueño. Y se olvidan enseguida y otra vez viene el tema del viaje de egresados y cuánta plata llevan ahorrada y si a María le darán permiso o no para venir con nosotras.

Mamá me pidió que no le volviera a contar sobre mis imágenes borrosas. No sé por qué la pobre se pone nerviosa y enseguida busca la Para ti o la Gente y cambia de tema.

Al principio la visión venía y desaparecía casi en seguida. Pero últimamente parece durar más y por momentos es como si la neblina fuera barrida por una brisa suave y veo más colores y detalles.

Ayer, por ejemplo, se oscureció la zona de la canchita, pero ví mejor el libro que la mujer lee. De lomo azul y letras doradas. Creí leer “Ana”. Cuando se lo conté a papá se estaba poniendo su uniforme y cuando se viste pone mucho esmero en su traje sin una arruga y con botas bien lustradas, quizás por eso se enojó y me gritó que dejara de imaginar fantasías y que me ocupara de estudiar matemáticas porque si no aprobaba el trimestre no había viaje de egresados.

Voy a intentar hacerle caso.

CLARA IBARGURREN

14 de junio de 1995

Querido diario:

Hace una semana que no te cuento nada porque estuve con mucha fiebre. Recién hoy tengo ganas de escribir. Estos días me pasó algo muy raro. Dice mamá que tuve fiebre muy alta y que se preocupó porque dormí un día entero, pero que el sueño era agitado, balbuceaba palabras incomprensibles y a veces lloraba.

Sin embargo, lo realmente sorprendente es que esta vez recuerdo imágenes nítidas, colores brillantes y sonidos. El pelo largo de la mujer, castaño claro. El libro azul y en dorado la palabra “Ana”. Cerca de mí, arena. La mujer que lee y de vez en cuando me mira. Su sonrisa franca cuando sus ojos me tocan. Y entonces, un sonido, un grito que se quiebra en la garganta de la mujer. Y después sombras, silencio, oscuridad.

Creo que en ese momento mamá abrió la puerta preocupada y vio que estaba cubierta de sudor y decidió llamar al doctor Peralta. Él dijo que era delirio por la fiebre alta y recomendó baños fríos y descanso.

Yo quería contarle lo que había visto, pero mamá dijo que me callara, que no estaba bien e invitó muy amablemente al doctor a retirarse de mi habitación.

CLARA, CONFUSA

15 de junio de 1995

Querido diario:

Ayer papá entró a mi pieza y me dijo que se iba a ausentar unos días.

--Estos subversivos de mierda siguen jodiendo igual. Ahora no solo hay que aguantarse a esas viejas locas, sino también a los hijos!!! Habría que haberlos matado a todos.

Cuando papá habla así es mejor no preguntarle nada más porque está irritado y se la agarra con quien sea. Mamá me dice siempre que no hay que contradecirlo ni molestarlo porque está cansado. Pero a mí no me gusta que hable así.

Por eso escribo. Acá es donde puedo realmente decir lo que pienso sin molestar a nadie.

Ayer hice el esfuerzo de concentrarme cuando me vino la visión. ¡Y funcionó! Como en una película, las imágenes fueron tomando forma: vi a la mujer leyendo en el banco de la plaza, vi la arena y vi mis manos ¡pequeñas! sosteniendo un baldecito. Vi el libro azul y la inscripción en dorado “El diario de Ana Frank”. Traté de controlar la emoción por ese descubrimiento, pero fue inútil. De pronto, sentí lágrimas brotando de mis ojos y la imagen se nubló y desapareció en pocos segundos.

El resto del día estuve mal, sentía que la angustia me crecía en el pecho.

CLARA OSCURIDAD

16 de junio de 1995

Querido diario:

Ayer le mentí por primera vez a mamá. Le dije que en el colegio nos habían pedido “El diario de Ana Frank” y que debía leerlo para no atrasarme con las tareas. Todavía siento un poco de culpa por haberle mentido, pero fue lo primero que se me ocurrió para que me lo comprara sin preguntarme nada.

¿Cómo expresar en palabras la emoción que sentí al desenvolver el libro y reconocer el color azul del lomo y las letras doradas en relieve. Cerré los ojos y pasé mi dedo índice por las letras como reconociendo un objeto perdido y ahora recuperado.

Mamá me tomó la fiebre otra vez y me pidió que descansara. El libro me quemaba las manos, lo sentía llamarme suplicante. Lo leí como quien busca una revelación y entonces, reconocí una frase: “Lo que me asombra es no haber abandonado por completo mis esperanzas, que parecen absurdas e irrealizables. Y, sin embargo, me aferro a ellas a pesar de todo y sigo creyendo en la innata bondad del hombre.”

Sí, la reconocí, y escuché una voz femenina, dulce, serena, que la repetía y que me decía: --Por eso te puse Ana. Ana, hija. ¡Te amo tanto!!!

Pero entonces el grito otra vez, y la oscuridad inundando todo; y el libro cayéndose de mis manos como un pájaro herido que bate sus alas inútilmente hasta golpear con el piso.

CLARA REVELACIÓN

20 de junio de 1995

Querido diario:

Tres días estuve fingiendo fiebre, comiendo lo indispensable y pidiendo estar sola. Tres días estuve leyendo “El diario de Ana Frank” sin dejar de sentir que recuperaba algo que había sido mío anteriormente. Tres días estuve sintiendo que las palabras me quemaban los ojos. Hasta que sucedió. Esta vez fue la frase “Quiero que algo de mí perdure después de la muerte.”

Y otra vez fue la mujer de largos cabellos castaños y sonrisa plena la que me la decía. Y me leía el libro azul en la plaza sobre su regazo. Después yo agarraba mi baldecito y me iba al arenero. Ella, entonces, cerraba el libro y me sonreía mientras pasaba el dedo por el borde de las letras doradas.

Esta vez también sentí la tibieza del sol de mayo y el arrullo de las palomas. De súbito, la revelación. Mamá leyéndome frases sueltas del diario de Ana, mamá sonriéndome, acariciándome con sus ojos desde el banco de la plaza y yo, Ana, feliz con mi baldecito.

Entonces el grito. El grito que quebró el silencio de la siesta en la plaza para siempre. Vi a mamá agitando con furia su pelo lacio. Y a un militar sin rostro sujetando su cuerpo convulsionado, empujándola luego al Falcon y los ojos grandes de mamá buscándome mientras desaparecía para siempre.

Otro uniforme planchado y botas lustradas se acercó al arenero, se agachó hacia mí y me sonrió. Vi su cara conocida con asco. Me alzó y entonces yo vi, caído en el suelo como un pájaro herido, el libro azul de letras doradas. Y entonces comprendí.

ANA

Epílogo

4 de octubre de 1996

Querida mamá:

Estos días anduve muy ocupada. Tenía que hacer muchas cosas y quería hacerlas todas lo antes posible; pero por suerte Martín y los demás me fueron explicando que estas cosas llevan su tiempo, que debo ser paciente, que la justicia tarda, pero finalmente llega.

Solo sé que “El diario de Ana” me ayudó a no desesperar, igual que , como imagino, te habrá ayudado a vos durante todo ese tiempo en la oscuridad. “Las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados.” También me dio fuerza para averiguar quién soy yo y cuál es mi historia. La verdad duele, pero ayuda a sanar. Y, a veces, trae sorpresas inesperadas.

Me siento más grande, el viaje de egresados quedó en el olvido. “Tuve la suerte de ser arrojada bruscamente a la realidad.”

Hoy emprendo otro viaje. Mucha gente me acompaña, entre ellos Martín y, desde mañana, la abu que nunca dejó de buscarme. No sé que voy a decirle, pero de algo estoy segura: voy a abrazarla fuerte buscando tu olor y tus ojos grandes y le voy a pedir que me lleve a la plaza y me lea frases sueltas de “El diario de Ana Frank”

TU ANA

PD: “Puede perderse todo, la riqueza, el prestigio; pero esa dicha en tu corazón sólo puede, cuanto más, ensombrecerse, y volverá a ti siempre, mientras vivas. Mientras levantes los ojos, sin temor, hacia el cielo, estarás seguro de ser puro y volverás a ser feliz, suceda lo que suceda.” Ana Frank, 23 de febrero de 1944.